Actualidad

Óscar Martínez, cronista salvadoreño: “Los grandes medios son como pizzerías donde el tiempo de entrega lo es todo”

Por ~ Publicado el 25 abril 2018

El premiado periodista y editor de El Faro, medio especializado en la cobertura de pandillas, violencia urbana e historias de terror protagonizadas por migrantes, compartió con estudiantes y colegas chilenos una mirada pesimista pero lúcida de un mercado informativo donde el crimen marca más rating que la paz.

Óscar Martínez durante el Festival Gabo el 2015. Foto David Estrada/FNPI.

Óscar Martínez durante el Festival Gabo el 2015. Foto: David Estrada/FNPI (cc).

Extrañado del interés que recientemente genera “la corbata roja” de América Latina en términos de violencia, el cronista Óscar Martínez (1983) recuerda que cuando acabó la sangrienta Guerra Civil en El Salvador a comienzos de los 90, los enviados especiales del New York Times, la BBC, los ganadores de los Pulitzer y los laureados fotoreporteros internacionales se fueron de Centroamérica porque creyeron que no había nada más para contar en el “país más violento del mundo”.

“El fin de una guerra no es necesariamente el inicio de la paz”, dice el periodista de El Faro, primer medio latinoamericano creado específicamente fuera del modelo de prensa de papel, acerca de una carrera de contenidos en que pandillas, violencia urbana, historias de terror protagonizadas por migrantes y las crónicas del mal son parte del cotidiano, pero con un enfoque de género alejado del diario chicha y el sensacionalismo. Desde aquí, Martínez ha logrado contar con cierto blindaje ético y personal con el que ha recibido premios, amenazas y también golpes de vuelta.

El autor de “Una historia de violencia: Vivir y morir en Centroamérica” y “La Bestia” sostiene que la aparición de la Mara Salvatrucha fue una reacción alérgica a la existencia de pandillas en EEUU. Son migrantes, refugiados a los que las autoridades estadounidenses se les acercaron solamente para preguntarles “¿sabes guerrear?” y enviarlos de vuelta a las guerras de Nicaragua y El Salvador. Ese círculo de violencia es el que siguió enviando refugiados que siguieron guerreando en los gettos y las escuelas secundarias para fortalecer a las pandillas”, describe.

“Al final la gran paradoja es que el cáncer de las pandillas en EE. UU. se origina en las mismas guerras que ellos han financiado por décadas en América Latina”, agrega Martínez. El periodista invitado a la inauguración del año académico en la Universidad Finis Terrae y a la Universidad Academia de Humanismo Cristiano en Chile por el proyecto Fondecyt “Escrituras del mal: trazos narrativos de lo fantástico en la crónica latinoamericana contemporánea”, de la Doctora en Literatura Hispanoamericana Patricia Poblete.

Salir a reportear violencias viendo morir a las fuentes que te confiaron una historia, reportándose cada hora para que el director del diario sepa que estás vivo, genera una ética cuando menos peculiar y definiciones a contrapelo de lo que es el periodismo de salón, cree Martínez. Algunas de esas máximas sostienen este cínico manual de estilo que el salvadoreño compartió durante su paso por Chile.

UN (NUEVO) NUEVO PERIODISMO

El periodismo debe de ser un taladro del discurso oficial, pero no por vocación de joderlo, sino por vocación de explicarlo y desmontar todas las capas para llegar a la columna real que hay detrás del discurso.

El periodismo es una búsqueda en la que vas a recibir pedradas y no aplausos. En muchos casos la censura va a ser un indicador de que estás haciendo bien el trabajo y rara vez va a ser el mejor oficio del mundo como dijo alguien por ahí. El que busque un oficio como ése, mejor que se meta a banquero porque el oficio del periodismo real es insostenible. Es escribirle a las audiencias algo que ya saben y que no quieren escuchar. Como dice Caparrós, “es escribir contra esa audiencia”.

Las cosas normalmente suelen ser más complejas que la forma en que te las venden. Esa complejidad es la que el periodista debe intentar explicar y al hacerlo me refiero a algo muy sencillo: mejorar la vida de cierta gente y joder la vida de otra gente. ¿De qué gente? De los corruptos. Esa es la lógica del periodismo.

LA VIOLENCIA COMO TITULAR

Las coberturas periodísticas en una Centroamérica en permanente guerra siempre fue algo que le interesó mucho a los medios. Pero la paz es algo que les interesó muy poco.

Siempre hemos creído que el problema del periodista es que no se acerca al problema de su fuente. Uno entra a esa vida por un momento, sale —quiera Dios— y lo contamos, pero la fuentes que se animan a hablar contigo, se quedan ahí. Los riesgos del periodista son planificables, pero los riesgos de la fuente normalmente no lo son.

Yo no lloro por mis víctimas. No tengo que hacerlo porque conocí las razones por las que huían de la violencia y porque sé que están muriendo igual que sus padres. Si vas a prometerles algo a tus fuentes no es que vas a llorar cuando mueran, debes prometerles que contarás sus historias con dignidad.

EL MODELO DE NEGOCIOS

Internet fue nuestro amigo y el padre que nos regañó para utilizarlo como se debe utilizar. La regla de oro siempre ha sido que no importa el soporte en que lo hagas, el periodismo tienes que hacerlo bien. La herramienta, cuando hablamos de tecnología, debe estar al servicio del buen periodismo y no el buen periodismo amoldarse a las herramientas.

La prensa de los grandes medios es como el negocio de las pizzerías donde el tiempo de entrega lo es todo, con reporteros que deben llegar primero a la escena e improvisar desde ahí como si el cadáver fuera a moverse de donde está. El periodista de verdad no es el que llega antes, es el que sabe lo que va a escribir y publicará lo que ese repartidor de pizza pasará por alto o lo que no quiere dar a conocer.

Llegar a la estructura de una historia capaz de generar actitudes es muy difícil. Pocos periodistas y medios lo hacen porque implica invertir tiempo y dinero. Invertir tiempo significa que un periodista no haga cinco noticias al día, sino una cada dos semanas y eso conlleva menos páginas publicadas y, por lo tanto, menos publicidad. Por eso muchos medios se han convertido en supermercados.

VICIOS DEL OFICIO

Estoy convencido de que el periodismo debe dar voz a las personas, pero no dejarles decir lo que quieran, sino tener una postura honesta de querer entender sus razones.

Al hablar de desahucios, de homicidios, de la Mara Salvatrucha… el problema al final siempre es el mismo: reproducir estereotipos. Eso no es periodismo, es propio del discurso político. El periodismo lo que quiere justamente es romper estereotipos.

El mal periodismo alienta mucho a la gente que le gustan los extremos fáciles. Así, los medios con una agenda basada en la antiinmigración inspirarán a quienes odian a los migrantes. Por otro lado, el periodismo más lacrimógeno alienta solo al hiperconvencido. Pero a la gente que ésta en medio, los que no tienen una postura formal, sólo el periodismo de fondo los puede hacer tomar una nueva dirección.

#Etiquetas:

Comentarios.