Entrevistas

Álvaro Medina: “La Nación se merece seguir existiendo”

Por ~ Publicado el 18 junio 2013

Mientras fue director de La Nación se produjo el cierre de la edición de papel, la antesala de un futuro incierto para el medio. Hace poco más de un mes abandonó su cargo y acá explica sus razones para partir, se enorgullece de haber consolidado una línea informativa no partidista y confía en que el diario está en un excelente pie para tener un nuevo dueño. “Sigue siendo un medio atractivo”, afirma.

Foto: Patricio Contreras

Álvaro Medina fue el último director del diario La Nación en su versión impresa. Tras la llegada de Sebastián Piñera al Gobierno y la salida del director Marcelo Castillo, decretada el mismo 11 de marzo de 2010, Medina —editor general del medio desde 2008— asumió un interinato que finalmente fue ratificado, aunque el medio seguía siendo criticado por el oficialismo.

El incierto futuro, además, se agudizó con el cierre de la empresa, decretado por la junta de accionista en septiembre de 2012.

Hoy Medina ya no trabaja en el rubro de los medios de comunicación, por lo que considera pertinente referirse a su salida del diario. Uno de los temas que a lo largo de esta entrevista mencionará frecuentemente será el cambio en la línea editorial que ejecutó desde la dirección, dice, para liberar “las ataduras político-ideológicas” que tenía el medio

“Eso se ha visto reflejado en que las personas que han salido de La Nación ya no han salido como militantes, han logrado reubicarse bien en otros medios. Eso, obvio, es gracias a ellos mismos, pero también gracias a que la marca ya no tiene esa carga que cerraba puertas para el reporteo, para hacer investigación. Una de mis grandes satisfacciones es que todos podemos estar tranquilos y haber dicho con orgullo ‘sí, yo estuve en La Nación siendo un periodista’. Un periodista. No al servicio de otros intereses, sino al servicio de quienes te leen”.

—¿Por qué te vas de La Nación?
Me voy de La Nación porque es complicado vivir en crisis y era una crisis demasiado extendida. Te limita profesionalmente en muchas cosas. Y claro, el diario, la empresa La Nación S.A. ya estaba declarada en condición de disolución y, por lo tanto, todos sus activos, incluyendo el diario, tienen que ponerse en venta. En ese contexto era prudente que buscara nuevos destinos.

—Estuviste desde 2010 como director y las amenazas del cierre del diario las había proclamado previamente el por entonces candidato Sebastián Piñera. ¿Cuándo sientes que el contexto de crisis ha llegado al punto que motiva tu partida?
Cuando te digo crisis me refiero a la capacidad de la empresa de poder hacer cosas nuevas. Desde ese punto de vista ya no había mucho más que hacer. No me refiero a una crisis política, no la hubo por lo menos durante mi periodo. Es cierto que al principio estaba la amenaza de Piñera de cerrar el diario, pero también hay que reconocer que en el transcurso se dieron cuenta de que la administración que estaba siguiendo yo en términos de línea editorial era prudente y seria. Hice un cambio que llevó al diario a ser un medio informativo, plural, y por lo tanto a poco andar ese tipo de resquemores se acabaron. Hay que decir que el Gobierno de Piñera fue muy justo en reconocer la labor profesional. Tanto así que a pocos meses de que a mí me hubieran designado como interino, fui ratificado, porque reconocieron que había una capacidad profesional y que podía ser puesta en servicio —profesional— del diario para desarrollar un periodismo no militante, informativo, de servicio a la gente.

“Mi misión era generar las condiciones para que este fuera un diario competitivo. Y pienso que eso se logró con éxito”.

—¿Participaste o tenías interés en trabajar en un proyecto para convertir a La Nación en un medio público al estilo de TVN?
Nunca me quise meter en ese debate.

—¿Por qué?
Porque mi función era desarrollar una línea con un periodismo informativo. Y pienso que está en el ámbito político el decidir si el Estado puede o debe tener un medio escrito —o en este caso un medio online— de su propiedad. Es una respuesta que tampoco tengo yo formada.

—Pero en el entendido de que el equipo de periodistas de La Nación se manifestó públicamente por tratar de avanzar en una línea así, ¿sentiste la presión de plegarte a eso y no lo hiciste?
No, yo cumplí con mi función que era salvaguardar la línea que, por lo demás, yo mismo había establecido, y no sentí esa presión. De hecho, no fue el equipo periodístico el que impulsó esto, hay que ser claros: fue el sindicato con su dirigencia. No siento eso como una demanda del equipo periodístico. Mi labor era en primer lugar salvaguardar el diario, sobretodo con las advertencias iniciales que tú mencionas. Y después de eso intentar reconvertir a un equipo periodístico que estaba acostumbrado a hacer un diario de papel en un equipo que pudiera hacer un diario digital. Después sentí que también tenía que salvaguardar a los mismos periodistas de líneas anteriores que eran en exceso políticas.

—¿Como la de Marcelo Castillo?
No, no me refiero sólo a Marcelo. Me refiero a todas las líneas anteriores, los veinte años anteriores la línea editorial del diario, su esquema comercial incluso, lo convirtió en un diario de nicho político y de izquierda, que en circunstancias de cambio de administración no te permitía competir. Era un medio que además tenía una estructura gigante con un tiraje muy pequeño, dependiendo casi exclusivamente del financiamiento del Diario Oficial. Mi misión era generar las condiciones para que este fuera un diario competitivo. Y pienso que eso se logró con éxito. Mi misión siempre fue que el diario siguiera existiendo y hasta el día de hoy espero que así sea. Creo que lo dejamos en un pie lo suficientemente bueno como para que después alguien compre La Nación.

—Cuando dices “lo dejamos”, ¿a quiénes te refieres?
El “nosotros” es la línea de administración: mía como director; del gerente general Francisco Feres, que se la jugó a concho por la sobrevivencia del diario; del presidente del directorio Daniel Platosvky, que también se la jugó muchísimo en esto; del directorio en su conjunto; y también del equipo periodístico que hizo un trabajo profesional excelente. Por eso nunca me quise meter en debates políticos ni si este debía ser un diario público, con estructura como de TVN. Ni siquiera me he planteado una posición en ese sentido.

—¿Te sentiste incómodo dirigiendo el diario en los últimos meses?
¿En qué sentido?

—El sindicato del medio trabajaba por crear un medio público y tú estabas, como dices, preocupado de consolidar un medio informativo y competitivo. ¿Sentías que no había sintonía entre tu administración y lo que el equipo hacía?
No, no me sentí incómodo y siempre lo vi como una función aparte. Si el sindicato quería promover esa iniciativa, nunca puse ninguna traba para que lo hicieran. Tampoco impedí que se reunieran con quienes ellos estimaran necesario para poder hacer gestiones. Las funciones de ellos como sindicato son otras y las mías como director eran de una gestión eficiente del equipo y de una línea seria y profesional. También se lo hice saber a todo el equipo en innumerables ocasiones. Nunca me interesó que ellos compartieran a rajatabla una visión o que se sintieran obligados con lealtades personales. A mí me interesó que hicieran su trabajo con profesionalismo y así fue. El equipo hizo un trabajo excelente y profesional. No me sentí incómodo porque a nivel sindical se hicieran gestiones de ese tipo, para nada.

CIERRE DEL PAPEL: “FUE MUY COMPLEJO PARA MÍ”

—Al cerrar el diario impreso se pasó de una planta de 150 personas a un equipo de menos de 30. ¿Cómo se vivió al interior de la redacción? 
Desde el punto de vista humano, sí, fue muy complejo para mí. Todas las personas que tuvieron que irse en esa ocasión eran personas que yo había conocido cercanamente como editor general. Para mí y para ellos sé que fue muy complejo y traumático. Pero nunca lo sentí como el fin de un diario, lo sentí como una oportunidad: este era un diario de nicho político de izquierda y no tenía condiciones para competir en buena lid y en igualdad de condiciones con el resto de los medios de comunicación. Lo sentí como una oportunidad para desarrollar una línea profesional, no política; para generar condiciones de competencia; para ganar lectores que no nos leían, que fue lo que efectivamente ocurrió; y para cambiar la cara de una marca que tenía una carga político-ideológica muy grande.

—¿Cómo percibías eso?
Era una cuestión que se veía y se sentía claramente por los comentarios, sobretodo en época de campaña. Eran evidentes respecto de las portadas que teníamos. También porque debido a esa carga político-ideológica muchos de nuestros reporteros se veían bloqueados. Tú querías hablar con una autoridad o personero —generalmente de centroderecha pero también después algunos de la Concertación— y la mayoría encontraba que nuestras posturas eran demasiado político-ideológicas. Desde afuera era evidente, recibíamos críticas.

“Nunca me quise meter en debates políticos ni si este debía ser un diario público, con estructura como de TVN”.

—La mayoría eran críticas de la clase política…
Y eso era relevante porque era un diario de nicho político, por lo tanto eran las tres cuartas partes de su línea. Esas críticas se sentían desde afuera. Y desde adentro, claro, te encontrabas con personas absolutamente convencidas de esa postura, que sentían que no estaban ahí para hacer periodismo sino para hacer política. Y esa cosa chocaba. Por lo tanto, no te dejaban hacer las cosas como se deben hacer en periodismo.

—Hablas del proyecto de consolidar un medio competitivo. ¿Con quién compite La Nación con esa planta pequeña? ¿En qué nicho querías posicionarlo?
Mira, no es complejo. Tampoco es determinante tener una gran planta de periodistas para poder competir en términos de generación de contenidos. Claro, para llenar una cierta cantidad de páginas, un espacio determinado, necesitabas muchos periodistas. Pero cuando tienes que hacer internet no tienes la obligación de llenar espacios. Por lo tanto no es complicado en términos organizacionales el trabajar con menos gente.

—Pero hay un giro del papel al digital, la relación con la audiencia es distinta. Eso también requiere adaptación en términos profesionales.
Sí, correcto, y por eso fue necesario capacitación, reconversión. Es distinto escribir para el papel que para la web. En la web el lector necesita la información de manera muchísimo más instantánea, por lo tanto nuestros tiempos de reporteo tenían que reducirse. Antes uno tenía todo el día para reportear y tenías tu nota lista en la tarde para ser publicada al otro día; en internet tienes que reportear para el momento. Eso genera más presión. En el mismo momento ante una declaración “x” tienes que encontrar la contraparte “y”. En ese tipo de cosas el equipo no estaba acostumbrado.

EL FUTURO DE LA NACIÓN: “SIGUE SIENDO UN MEDIO ATRACTIVO”

—De lo que dices se interpreta que entre 2010 y 2013 lograste consolidar un medio informativo, pluralista y competitivo…
Sí, en eso me siento súper satisfecho.

—Pero si eso se logró, ¿te vas porque ves que el medio está detenido, no puede crecer, hay incertidumbre por quién puede llegar a hacerse cargo del medio?
Sí, esa incertidumbre es muy importante. Cuando la empresa se declara en disolución lo que tiene que ocurrir es que sus activos se venden, se enajenan. Y en un contexto de enajenación hay cosas que son evidentes: si alguien compra La Nación era claro que va a comprarla para hacer una línea propia, con director propio…

“Sentí que ya había hecho lo que tenía que hacer y que era el momento de retirarme dejando el producto La Nación como un producto respetado”.

—¿Veías que en ese escenario no tenías cabida?
Al menos en lo personal, sí, era muy incierto para mí y por eso busqué nuevas oportunidades. Pero no porque el proyecto estuviera en venta. Sentí que ya había hecho lo que tenía que hacer y que era el momento de retirarme dejando el producto La Nación como un producto respetado. Incluso en la última cena de la Asociación Nacional de la Prensa el presidente Piñera reconoció que La Nación había cambiado, que ahora era un diario informativo. Todo aquello que antes podía ser una amenaza para La Nación, ya no existía. Hoy lo que hay, lo que yo dejo —no sólo yo, el equipo periodístico, el directorio, la gerencia general—, es un medio independiente, plural, difícilmente cuestionable en términos de línea periodística o política, que le da cabida a todos los espacios. Y eso ha sido reconocido por moros y cristianos. De eso me siento súper satisfecho.

—¿Crees que es probable que alguien compre La Nación? ¿Cuál es tu impresión de lo que puede suceder?
Yo creo que La Nación se merece seguir existiendo. Por historia, por lo que es hoy. No puedo darte un pálpito personal porque no he estado metido en negociaciones, no sé si ha habido interesados, no me he informado si hay alguna oferta concreta. Probablemente cuando se haga algún tipo de licitación sí van a aparecer oferentes, porque sigue siendo un medio muy atractivo. Tengo la esperanza de que así sea.

—¿Es anacrónico pensar en un periódico digital que reciba aportes del Estado para sobrevivir?
No me parece anacrónico, me parece algo plausible. Pero tiene riesgos, incluso en un escenario como el de TVN. Tiene riesgos. Hay países con mucha más cultura periodística y política que han logrado tener medios estatales: España con la agencia EFE, Italia con la RAI. Pero no sé si en Chile estamos preparados para eso. Veo la situación de TVN donde a pesar de los equilibrios que se logran a nivel de directorio, ante cosas tan simples como la pauta de un programa, si se invita o no a un candidato, hay quejas que suenan a presiones. No estoy tan seguro de que Chile esté preparado para un medio estatal. Pero es sólo una opinión.

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