Opinión

Discriminación en los medios: ¿A quién le importa el ciudadano común?*

Por ~ Publicado el 6 diciembre 2011

Los medios están bastante más cerca de los intereses de unos pocos que de una sociedad que necesita que le expliquen procesos desde lo básico. Luego, se genera una distancia con los medios, o más bien ellos se distancian de nosotros, y los perdemos.

Indigente | Foto: Jcarlosbulas, Flickr

Sí, los medios discriminan, y lo hacen siempre. Discriminan cuando nos entretienen y también cuando nos informan. Lo hacen a través de caracterizaciones burlonas y hasta irrespetuosas de mal pensados estereotipos sociales como la rubia tonta o el personal trainer afeminado y vulgar de los programas de la noche, así como con las familias entrañables y populares que nacen en la ficción vespertina y que después no funcionan al darles un programa propio.

La información también discrimina, cómo no va a hacerlo si esto se trata de seleccionar, jerarquizar y construir mensajes desde un punto de vista y para un público masivo. Eso en términos generales, refiriéndonos al universo informativo. Si lo aterrizamos a lo local, a nuestro periodismo chileno, se produce una doble o triple discriminación, qué duda cabe. Primero hay una selección legitima, aquella que es previa y propia del ejercicio periodístico: no todo lo que ocurre es noticia, las agendas de los medios son acotadas y los cambios de última hora en las pautas dejan varios muertos en el camino. Luego, los medios abordan una parte de la realidad desde un prisma determinado y eso indica que el mundo con toda su magnitud está lejos de estar completamente reflejado allí. Los medios no funcionan como espejos de la sociedad, creo que esa sería una tarea inmensa e imposible; eso sí, existe el esfuerzo, el intento de ser capaces de detectar un número de eventos importantes y trascendentes que la sociedad debe conocer.

“El periodismo también es clasista y el mea culpa estuvo en el aire cuando ocurrió el trágico accidente de las alumnas del Colegio Cumbres y varios colegas se preguntaban si la cobertura habría sido tan cuidadosa y extensa en el caso de un accidente de alumnas de un colegio cualquiera”.

La “doble tributación” en este caso —entendida como un reforzamiento a la discriminación— se da cuando, por ejemplo y sin ninguna razón justificada, establecemos diferencias entre la señora Juanita que fue asaltada ayer en una plaza de Macul y Juana Reyes, de la misma edad que la “señora Juanita” anterior, que vive en Providencia y nos cuenta del susto que pasó en un asalto en la plaza Las Lilas desde la comodidad de su living. Probablemente la señora Juanita nos dará la cuña en la calle, apoyada en la reja de su casa, despeinada y sin maquillaje; Juanita Reyes de Providencia (siempre Juanita+apellido y comuna) lo hará frente a una taza de té y con un estupendo brushing.

Suena caricaturesco y lo es. El periodismo también es clasista y el mea culpa estuvo en el aire cuando ocurrió el trágico accidente de las alumnas del Colegio Cumbres y varios colegas se preguntaban si la cobertura habría sido tan cuidadosa y extensa en el caso de un accidente de alumnas de un colegio cualquiera, una escuela municipal, un particular subvencionado tipo o un colegio de clase media. En realidad, un colegio que no fuera de elite. Porque ¡por Dios que nos importa la elite! La elite que lee los diarios, la elite que se divierte con nuestros noticieros en TV (pues realmente no busca informarse a través de ellos), esa elite a la que le habla la misma elite a través de columnas de actualidad, líderes de opinión que quieren ser parte de ella, programas de discusión y análisis político y social que no son más que discusiones entre especialistas que le hablan a un público reducido y no al pueblo como tal. La ciudadanía versus el público, la audiencia versus el ciudadano común.

El ciudadano común y silvestre se informa a medias a través de medios híbridos que siempre están en el límite entre la noticia y la entretención. Se aburre con las discusiones ególatras y aparentemente sesudas de algunos canales de información y prefiere el circo, que es harto más dinámico y cercano. La elite, el poder y lo que les pase está muy, muy lejos de su vida real.

¿Y dónde están los medios entonces? Bastante más cerca de los intereses de unos pocos más que de una sociedad que necesita que le expliquen procesos desde lo básico. Luego, se genera una distancia con los medios, o más bien ellos se distancian de nosotros, y los perdemos. Entonces pasa lo del “descuartizado de Puente Alto” (¿alguien recuerda que su nombre era Hans Pozo y que fue asesinado de manera brutal?), la poca delicadeza con que se abordó en un principio la desaparición de varias niñas en Pozo Almonte que, en un principio, fueron tildadas de prostitutas porque las autoridades deslizaron irresponsablemente esa teoría a través de los medios de comunicación… Y así una larga lista. Eterna y vergonzosa.

Sí, los medios discriminan y lo hacen todo el tiempo.

*Un extracto de este artículo fue publicado en un debate sobre la discriminación en Chile en el medio digital Diario30.
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