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¡Mueren los géneros!: ¿viva la crónica?

Por ~ Publicado el 19 octubre 2009

Es un modelo escurridizo y promiscuo. Ya sea una reflexión o un relato anecdótico, la crónica se funde con la narrativa de ficción y produce lo mejor del periodismo, libre de ínfulas académicas o arrogancias eruditas. Seis voces del periodismo criollo entregan su definición.

Los jueves alzaba la voz y percutaba su pluma. Joaquín Edwards Bello, el «inútil de la familia», Premio Nacional de Literatura 1943 y Premio Nacional de Periodismo 1959, escribía todos las semanas en La Nación, el periódico de su amigo Eliodoro Yáñez. Durante cuatro décadas, el «tábano» de la literatura —como lo llamaba Gabriela Mistral— auscultó y entregó su diagnóstico de la sociedad chilena.

En Mitópolis —negra metáfora de Chile— Joaquín era un ciudadano que fiscalizaba la vida diaria: «En esta tierra las mentiras o mitos más corrientes se refieren al origen de las familias, a las relaciones que tuvieron en Europa y cosas por el estilo. Abundan los descendientes de conquistadores, de capitanes deportados a causa de habérseles sorprendido en la alcoba de una reina, de hijos naturales de reyes y qué sé yo. Otros manifiestan la vanidad al revés, o modestia olímpica: son hijos de sus obras; vendían diarios, su padre era carretero, su madre pedía limosna en las calles».

Mientras Edwards Bello describió la cotidianidad chilena, Jenaro Prieto imaginó un país de tontos. Desde el Diario Ilustrado, una trinchera conservadora, pechoña, el autor de El Socio criticó a autoridades, se burló de la censura de Ibáñez e ironizó con el transporte público. La vigencia de sus palabras es un eco resonante: «El día que nuestros trenes cobren tarifas moderadas y anden por los rieles y transporten las cosechas y no choquen, habrán perdido toda su originalidad y serán iguales a los trenes de todas las empresas ferroviarias del mundo».

Ambos escribieron con profusión y hoy se los recuerda como grandes cronistas del Chile de antaño. ¿Qué era exactamente lo que hacían?

La RAE indica que la crónica es una «historia en que se observa el orden de los tiempos» y también le atribuye la acepción de artículo periodístico que versa sobre la actualidad. Susana Rotker, autora de La invención de la crónica, apuntó que el periodismo y la narrativa de ficción no son muy distintos, y que fueron los poetas latinoamericanos del siglo XIX —y no Tom Wolfe, el llamado padre del Nuevo Periodismo— quienes construyeron el puente entre ambos mundos en búsqueda de una belleza esquiva. Para ella, la crónica era el lugar de encuentro de los discursos en boga: el literario y el periodístico.

Hoy, décadas después de Edwards Bello, Prieto y compañía, son otros los que percutan la pluma. Preguntamos a editores, periodistas y escritores sobre sus impresiones. Con el ánimo de llegar a una definición de la «crónica» —y conocer qué cronistas leen—, éstas son sus respuestas.

cro1ANDREA PALET
Periodista y editora

-¿Existe la crónica?
-Sí. Cualquier texto basado en hechos reales y apegado a los hechos reales que, parafraseando a Leila Guerriero, tenga toda la información necesaria, las fechas correctas, las fuentes citadas, la cronología sin saltos incomprensibles, escenas de acción, fluidez, interés, entretención, descripciones, climas, silencios, equilibrio de voces y opiniones, y un punto de vista personal.

-¿Cuál es tu selección de cronistas?
-Todos los que aparecen en El nuevo nuevo periodismo [de Robert Boynton], en Los periodistas literarios o el arte del reportaje personal [de Norman Sims]. Leila Guerriero, Martín Caparrós y Claudia Urzúa (por Chile en los ojos de Darwin).

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ALFREDO SEPÚLVEDAalfre
Periodista

-¿Cómo definirías la crónica?
-Todo lo que no tenga estructura de pirámide invertida, excepto entrevista. Este es un rango que va desde la crónica informativa, que relata un accidente de tránsito, a la crónica libre en primera persona, que puede dar cuenta de cómo un poodle puede dominar a su dueño.

-¿Se cruza con algún género?
-Sí. Con el reportaje. Aunque el reportaje tiene mucha más documentación que la crónica.

Mi selección de cronistas: Kapuscinski, Krakauer, Foster Wallace, Remnick, Mailer. En Chile JP Meneses, Pancho Mouat. Hay muchos más.

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MARISOL GARCÍAcro3
Periodista

-¿Cómo definirías la crónica?
-La crónica es la síntesis de casi todos los demás géneros y subgéneros periodísticos: tiene algo de entrevista, algo de reportaje, algo de perfil, algo de columna, algo de análisis. Un buen cronista debe haber pasado por todos los demás formatos, y encuentra en la crónica un cauce estrecho pero profundo para hacerlos calzar.

-¿Qué cronistas lees?
-¿Vivos, muertos? ¿Chilenos, extranjeros? De los chilenos muertos, no seré muy original: Joaquín Edwards Bello y Benjamín Vicuña Mackenna, sobre todos. De los vivos, siento especial debilidad por los mexicanos; especialmente Juan Villoro y Carlos Monsivais. En Chile, me gusta mucho Roberto Merino.

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ALBERTO FUGUETcro4
Periodista, escritor y cineasta

-¿Existe la crónica?
-Supongo que sí. Y quizás es la suma de todos los géneros. Es un híbrido y es quizás también un género en sí. Tiene algo literario, sin duda que es periodístico y también debe ser personal o algo cercano a lo autobiográfico, además de tener no poca opinión personal.

-¿Qué cronistas merecen ser leídos?
-Cada vez son más. Pero no sigo los nombres con devoción sino la crónica debe ganarle al nombre. Es la crónica la que debe superar al nombre que la firma. Eso creo. Ah, y no hablemos de Nuevo Periodismo que ya tiene como 50 años. Crónica es crónica. Es creer que el periodismo también puede contar un cuento

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cro5GONZALO SAAVEDRA
Periodista, académico UC

-¿Cómo definirías la crónica?
-Existen un montón de productos de ficción, no ficción en general y periodísticos en particular a los que se les llama crónica. Desde una novela —con origen real— como la Crónica de una muerte anunciada de García Márquez, pasando por la Crónica general de Alfonso X, redactada en el siglo XV, el artículo costumbrista de Mariano José de Larra o, en Chile, Joaquín Edwards Bello o Jenaro Prieto, los magníficos e inobjetables reportajes de Leila Guerriero en Frutos extraños, que ella o el editor subtitula como “Crónicas reunidas”, hasta la noticia que se escribe en los diarios todos los días y que el secretario de redacción apura diciendo: “Ya, pues, pásame tu crónica”. Tantas cosas diversas nominadas con una sola palabrita confunde, claro. Evidentemente, la etimología refiere a la narración de un suceso respetando sus relaciones causales y temporales, y por eso se considera a la crónica como un antecedente de la historiografía. Pero eso no ocurre siempre en las crónicas contemporáneas. Yo prefiero reservar el término a ese artículo de observación aguda a partir de lo cotidiano, con cierta investigación; lo primero lo acerca a la columna de opinión; lo segundo, a veces lo aleja.

-¿Quiénes son cronistas que merecen ser leídos?
-Los que ya nombré y, ya que ella llama a sus textos de esta manera, a las “crónicas” de Leila Guerriero. Es el mejor periodismo que he leído este año.

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FRANCISCO MOUATcro6
Periodista

-¿Existe la crónica?
-Claro que existe, desde tiempos inmemoriales. Se nutre de diversos géneros para construir lo que Manuel Da Costa Pinto (cronista brasilero) define como “breve fragmento de reflexión cotidiana”. Me gusta esa definición. Lo de breve apunta no sólo a su extensión, sino también a que la crónica no debiera totalizar nada: es apenas un fragmento de vida, a veces un destello lo que la motiva. Una buena crónica debiera además de narrar con gracia, reflexionar o provocar pensamiento. En eso recoge la tradición del ensayo libre, no académico. Una alumna preguntó una vez en voz alta: ¿podría la crónica ser un buen cuento corto de no ficción? Podría, le contesté. ¿Por qué no?

-¿Qué cronistas lees?
-Leo crónicas de manera sistemática. En diarios y revistas, en libros de crónicas. Nombro algunos de los que más me gustan, entre ellos varios brasileros, que son grandes cultores del género en América Latina: Rubem Braga, Machado de Assis, Luis Fernando Verissimo; el catalán Josep Plá, el mexicano Juan Villoro, el chileno Juan Pablo Meneses, el colombiano Alberto Salcedo. Otros más que me gustan: Roberto Merino, Alejandro Zambra los domingos en las páginas culturales de La Tercera, algunas crónicas de Tomás Eloy Martínez y Martín Caparrós, ciertos textos de la argentina Leila Guerriero y la colombiana Alma Guillermoprieto. Un cronista entrañable fue el norteamericano Joseph Mitchell. Otro que me encanta es Daniel de la Vega en sus cuatro tomos de Confesiones imperdonables. Decenas, cientos de crónicas de Joaquín Edwards Bello. Si me pongo a revisar mi biblioteca con cuidado, encontraré diez cronistas que me gustan, fácil. Gay Talese, por ejemplo. O un peruano de apellido Vilela. O Mariano José de Larra.

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